Yes Man

. viernes, 9 de enero de 2009
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Lo que pasa con Jim Carrey es un fenómeno súper extraño. Siempre está súper presente en la cultura pop y en lo mediático, pero llevándolo al plano concreto, el tipo no hacía una comedia desde hace tres años (Fun with Dick and Jane) y después de eso sólo prestó su voz para Horton Hears a Who! y protagonizó la horrible para algunos, e incomprendida para otros, The Number 23. Ahora regresa protagonizando la película Yes Man, que es una cinta que al parecer fue diseñada especialmente para Jim Carrey, ya que el guión y cada detalle está diseñado de manera perfecta para que el actor haga lo que mejor sabe… muecas, caras raras, delirios estúpidos, histrionismo lleno de locura y risas al límite. El primer problema que se presenta acá, es que es complicado sentirse interesado por este regreso del actor ya que no hay novedad, porque si somos un poco quisquillosos, Yes Man tiene la misma mecánica de Liar Liar. El personaje tipo del actor. Sólo decir que si, no poder mentir… o sea, lo más probable es que en su próxima película sólo pueda correr o no pueda decir palabras que empiecen con vocales. Pero en fin, si a ustedes les cae bien Jim Carrey, no se arriesgan, ya que estarían viendo lo más predecible que el nos podría entregar. En Yes Man, el ex comediante actor que usaba una máscara verde interpreta a Carl, un tipo aburrido, penca, fome, monónotono, latero, negativo y con un grupo de amigos que están chatos de este huevón tan pajero. Es como holi te tinca si el viernes salimos con putas y nos comemos un asado, ehm no, oye vamos al partido, ehm no me da lata, oye queris tomar hasta vomitar por la ventana a la gente que pasa por la calle, ehm no. O sea, el tipo no disfruta estas dinámicas tan lindas que ofrece la vida. Un día, decide ir a una especie de culto muy parecido a estas reuniones freaks que hacen los evangélicos de los últimos días del templo de la resurreción gloria al niño del pesebre y se encuentra con un líder visionario que le enseña a todos sus discípulos a decir si a la vida. Y para resumir, después de unos movimientos mágicos dle líder espiritual Jim Carrey debe decir que si a todo. ¿Que trae esto?, una serie de situaciones llenas de locura especialmente creadas para que la estrella principal, Jim Carrey, se luzca. Con una decoración extra, Zooey Deschannel, quien es una mina rica de ojos gigantes y preciosos que ehm, hace eso, ser linda y gustarle a Jim Carrey.


Yes Man es una película súper básica, muy de día domingo cable rascarse la guata en la tarde, pero cumple con su objetivo básico que es hacer reír. Quizás tenga una estructura súper a prueba de giles, pero es de esas cintas que tienes que ir a ver dejando de lado todo prejuicio y diciendo, ya, filo con esta mierda, si me hace reír todo bien. Y en esa pega, Jim Carrey cumple. ¿Que problema podría tener esto?, si, adivinaron, si no les gusta Jim Carrey están cagados. Yes Man es una película que sólo le podría gustar a los seguidores de este actor, ya que tiene algunos momentos bastante fomes que sólo un fan podría aguantar para esperar cuando viene el siguiente chiste. En lo personal, me cae la raja Jim Carrey, aunque a veces se caiga y haga cosas de mierda. Quizás Yes Man no sea la mejor película del mundo pero me hizo reír. Asi que pulgar arriba pese a la falta de novedad.


Lo mejor es que pese a todo lo malo que podamos decir, como la falta de innovación en este regreso, si les gusta Jim Carrey van a sentir de vuelta a ese tipo que nos hizo cagar de la risa con sus muecas en The Mask o en Ace Ventura, el regreso del Jim Carrey clásico. No de ese engrupido que trató de hacer otras cosas hace algunos años atrás (aunque igual defiendo The Majestic). Fans de Carrey, vayan al cine, porque van a algo seguro, pero tengan claro que no tendrán ninguna novedad. Gente anti Carrey, abstenerse totalmente. Y gente que no está ni ahí no sabe no responde con el hueón, esperen verla por cable un día domingo o bájenla. Hay que ser sincero.


Un libro digital y gratuito reflexiona sobre el nuevo modelo de agencia

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Del modelo de agencia tradicional e integral, pasando por la boutique creativa, la agencia in-house y la digital, hay, hubo y habrá múltiples recetas para abordar el negocio publicitario. Sin embargo, los cambios tecnológicos acontecidos en los últimos años como una catarata cada vez más acaudalada y avasallante plantearon a las agencias el interrogante de qué modelo sería el más efectivo para adoptar de aquí en más. Sobre ello reflexiona este libro –digital y gratuito– que sumó el aporte de catorce profesionales de la comunicación y que en las primeras 24 horas registró más de mil descargas.

“Si la tecnología cambió, los medios cambiaron, la sociedad, la cultura, los hábitos, las crisis financieras y los consumidores cambiaron; ¿no será que la agencia de publicidad como empresa y los profesionales que en ella trabajan, también deberían hacerlo?”. Este fue el puntapié inicial que arengó a la comunicadora visual Gisella Buzzi a reunir el aporte de otros trece autores –entre ellos reconocidos integrantes de la industria publicitaria argentina– para dar forma a una “obra colaborativa”.

El objetivo fue reflexionar en torno al interrogante “¿Cuál es el modelo de la nueva agencia?”, no buscando una respuesta totalizadora sino abriendo el intercambio de opiniones. El resultado: un libro digital y gratuito que puede descargarse –y compartirse– desde el sitio Web http://www.lanuevagencia.com.ar/. Transcurridas las primeras 24 horas de su lanzamiento, fue descargado más de mil veces.

La obra se estructura en dos partes. En la primera se vierten los conceptos de cada uno de los autores (todos profesionales del medio). En la segunda, “conviven las miradas de una variedad increíble de personas que hacen el día a día de una agencia, desde redactores juniors hasta un DGC, pasando por microemprendedores o dueños de empresas”.

La lista de quienes aportaron su visión del tema para configurar esta obra incluye a Martín Hazan, director creativo regional de MRM Worldwide; Fernando Barbella, director creativo interactivo de BBDO Argentina; Mariano Dorfman, socio y DGC de Icolic; Paul Isakson, strategic planner de Space150; Pedro Panigazzi, DGC de Publiquest; Juan Carlos Lucas, profesor e investigador de la UCA y fundador de Innova Consulting; Ezequiel Ardigó, coordinador general en Addict Digital Media; Mariella Alles Grigioni, strategic planner y docente de la UADE; Daniel Ferro, director de Fast Forward Think Tank Group; Luis Cabrera, director NMS Latino en New Media Strategies (Estados Unidos); Matías Cheistwer, director de cuentas de Cero Negativo; Nicolás Deyros, publicista, blogger y “apasionado de Internet”, y David Fernández, director de IT de la agencia Elogia.

El efecto Axe: ¿mito o realidad?

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Una investigación llevada a cabo por Craig Roberts, catedrático de la Universidad de Liverpool, afirma que el efecto seductor del desodorante Axe es real. Según informa el medio estadounidense Advertising Age, el estudio indica que las mujeres encontraron como más atractivos a aquellos hombres que utilizaron Lynx –la versión inglesa de Axe– que aquellos otros que utilizaron un placebo sin fragancia.

Lo curioso es que la investigación no enfrentó en ningún momento a las mujeres y los hombres testeados cara a cara, con lo cual no hubo oportunidad de oler el desodorante. Todo se basó en pequeños videos grabados en los cuales los hombres analizados debían describirse a sí mismos. Al parecer, el efecto del desodorante infundió mayor confianza en aquellos que lo estaban utilizando, potenciando su carácter seductor. Y fue esto lo que percibieron las mujeres al mirarlos en la pantalla.

El efecto Axe ha sido el eje de la comunicación de la marca por años. En la región, el trabajo las agencias responsables de la cuenta (la red Lowe) se ha destacado en las principales competencias creativas. En particular la argentina Vegaolmosponce –ahora Ponce Buenos Aires– es la que más galardones ha recibido por sus recordadas campañas para el anunciante. Y no sólo a base de creatividad. En 2008, por ejemplo, recibió el Gran Effie –en una competencia que premia, principalmente, resultados– por su trabajo para la versión Dark Temptation, con olor a chocolate. Y el máximo galardón también había sido suyo dos años antes, esta vez por Ducha, su comercial para la versión Axe Seco.

No hay que olvidar tampoco el mérito de Lowe México, que sin ir más lejos el año pasado recibió el Grand Prix de Radio en el Fiap por su spot Francés, para Axe Pulse.

Ahora se espera la publicación de este estudio en la próxima edición del International Journal of Cosmetic Science, un periódico avalado por la Sociedad de Científicos de Cosmética y la Sociedad Francesa de Cosmetología. Para quienes no crean en la publicidad, habrá que ver si creen ahora en la ciencia.

Stever Jobs, el factor humano

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En las semanas previas al inicio de una nueva Macworld (la feria que se celebra anualmente en San Francisco y reúne a todas las empresas del universo Apple) se desarrolló en Estados Unidos un miniculebrón, patético por cierto, pero revelador de datos importantes para entender el actual mundo de los negocios, la tecnología, los medios y aún la naturaleza humana.

La empresa había anunciado ya a mediados de diciembre que ésta sería su última participación en el evento a desarrollarse entre el 5 y el 9 de enero, argumentando que sus acciones de marketing están ahora más orientadas hacia la interacción digital con los consumidores y los Apple Stores. En la misma comunicación informaba que el orador principal sería Phillip Schiller, su vicepresidente de marketing global, quien por primera vez ocuparía el lugar en el escenario que desde hace 11 años monopoliza Steve Jobs, CEO y factotum de la manzanita.

Hasta aquí todo sonaba normal y plausible. La compañía ha ido dejando de participar en los eventos Apple, desde la NAB, la Macworld New York, Macworld Tokyo y la útlima Apple Expo de Paris. Y, en cualquier corporación, alguien con la posición de Schiller puede muy bien ser el key note speaker.

Pero Apple no es cualquier empresa, y Steve Jobs no es cualquier CEO.

Y, -aquí empieza el folletín-: Jobs perdió unos cuantos kilos de peso a lo largo de 2008.

Los medios –desde diarios masivos hasta blogs-, comenzaron a tejer las especulaciones del caso. “No sólo está delgado, sino demacrado”; “cuatro años atrás lo operaron de un cáncer de páncreas, luego de lo cual dijo que se había curado...”; “fuentes bien informadas aseguran que la salud de Jobs se deteriora aceleradamente”; “el proceso tendría su desenlace en la próxima primavera (boreal)”.

Hasta ahí, puro morbo. Pero enseguida se sumaron las acusaciones. “Apple miente”. “Jobs no dice la verdad sobre su estado”. “La empresa tiene una obligación con sus accionistas”. “Jobs pone sus intereses personales por encima de los de los accionistas”.

En buen castellano, la demanda era: “Por qué este cabrón no nos dice de una vez si se está muriendo, a ver qué coño hacemos con nuestras acciones”. Acciones cuya cotización, claro, empezó a bajar.

Los stockholders querían su libra de carne.

Una cuestión de hormonas

El día anterior al comienzo de Macworld, Jobs se vio forzado a salir al cruce de los rumores con una carta personal, explicando que su pérdida de peso era fruto de un desequilibrio hormonal, que ya había comenzado el tratamiento pertinente y que para la primavera confiaban los médicos estaría bien. Decía además: “Continuaré como CEO de Apple durante mi recuperación. He dado más que todo de mi a Apple en los últimos 11 años. Y seré el primero en salir a decir si no puedo continuar cumpliendo las funciones inherentes a ese puesto”.

Más allá de la relativa calma que estas declaraciones llevaron a los atribulados accionistas, cabe señalar el por qué de tanta zozobra, tanta desesperación, tanto revuelo bursátil por la salud de un ejecutivo; y más, del ejecutivo de una compañía tecnológica.

Pasa que este californiano de 53 años, hijo adoptivo de una pareja de la clase trabajadora que abandonó la universidad a los seis meses de empezar, (“no tenía ni idea de qué quería hacer con mi vida ni si la universidad me iba ayudar a descifrarlo, mientras gastaba el dinero que mis padres habían ahorrado toda su vida”) y luego sólo tomó clases de caligrafía como oyente durante algunos semestres, que ama el diseño como componente esencial de todo producto, que se siente más cerca del arte que de los negocios, deslumbró al mundo con ‘la’ computadora personal, y a los 25 años valía ya algunos centenares de millones de dólares. Se fue –echado- de la empresa que había creado, fundó otra superexitosa –NeXT- (tanto que fue comprada por Apple junto con su retorno), otra –Pixar- que inauguró el suceso del cine de animación computada, y en 1997 volvió a su manzana original para tratar de sacarla de una situación más que difícil.

Lo logró, por supuesto. Y luego vino el iPod, el iPhone, y lo que seguirá.

Budista zen, eternamente vestido con jeans y remeras negras (“así no tengo que pensar cada mañana qué me voy a poner”), audaz, perfeccionista, denostado y amado casi por igual.

En 2005 fue invitado por la universidad de Stanford para hablarles a los estudiantes en el acto de graduación. En uno de los tramos de su charla, les dijo: “Su tiempo es limitado, así que no lo pierdan viviendo la vida de algún otro. No se dejen atrapar por el dogma –que es vivir de acuerdo a los pensamientos de otra gente-. No dejen que el ruido de las opiniones ajenas ahogue su propia voz interior. Y, más importante, tengan el coraje de seguir a su corazón e intuición”.

Porque Jobs vive por y para la innovación permanente, y no cuesta creerle que esto le importa más que el dinero. Por eso es el alma de Apple. Y, dicen, la mitad de su valor corporativo. El factor humano, una vez más, por sobre todas las cosas.

De ahí que teman por su vida, por lo que vale en dinero. Sí, ese mundo de los negocios apesta. Él lo sabe, obvio. Pero su motto pasa por otro lado: Stay hungry, stay foolish.

Larga vida a Steve Jobs.